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Y de repente todo sigue su curso. La noche, que minutos atrás no me preocupaba, ahora me sorprende en un sólo instante. Duradero. Dócil. La mañana ya parece innegable a poder ser parte de mi vida. Y así como la anhelo, me da lo mismo de nuevo, sumiéndome en un juego ya repetido, en donde mis ojos ya no responden y comienzo a sacudir el alma buscando alguna respuesta.
Supongo que si no pudieran escaparle a la noche y aprendieran a traspasarla con sus ojos, leyendo diarios desconocidos y historias sin nombre, sabrían de lo que estoy hablando. Hablo de llenar los huecos que quedaron vacíos en los más inhóspitos lugares de nuestro ser, pero al mismo tiempo placentero al paladar, buscando algun rincón para descansar mis ideas. Sabiendo que vuelan como palomas en la gran ciudad, buscando las migas de pan que le permitan vivir un día más. Así se la pasan mis ideas, buscando comida para poder sostenerlas un día, dos, tres, o los que sean. Hasta que crezcan y puedan invadir otras mentes, para poder cumplir su ciclo y servir finalmente.

De vez en cuando creo que ya no puedo escribirlo todo acá, las mejores cosas salen cuando uno no lo desea, y el entusiasmo es una parte crucial de todo esto. Donde quieras que estés, me alegraría que sepas que sos mi entusiasmo. Mis ganas de transformar nada en algo, poco en todo, de saber que todo se puede cambiar, y que las reglas sólo un tonto las puede seguir. A veces me gusta recordar que nunca las seguí, y nunca las voy a seguir. Saberme infinito, con el poder de guiar nada más ni nada menos que mi cuento, me deja un poco más tranquilo.
Mañana será otro día. Debería aprovechar más los días que pasan, pero hay tanto que aprovechar que los días se quedan cortos, casi como la luz de la luna, el momento más tranquilo del día.